jueves, 21 de junio de 2012

El niño valiente y el fantasma multicolor


Un niño viaja de vacaciones a un gran castillo. Recorre todas las salas y corredores, excepto uno al que no se acerca por miedo a la oscuridad. Justo en esa zona del castillo habita un miedoso fantasma multicolor que no se atreve a salir de allí por miedo a la claridad. Ambos intentan superar sus miedos muchas veces sin éxito, hasta que un día el niño se arma de valor, y empieza a atravesar el corredor oscuro, mientras se ayuda imaginando que todos sus amigos le han preparado una fiesta sorpresa. Así llega junto al fantasma, que al verle se alegra mucho de conocer a alguien y está muy simpático, así que hacen muy amigos. Y se hacen tan amigos, que el niño ayuda al fantasma a vencer su miedo a la claridad.

El gran palacio de la mentira


Todos los duendes se dedicaban a construir dos palacios, el de la verdad y el de la mentira. Los ladrillos del palacio de la verdad se creaban cada vez que un niño decía una verdad, y los duendes de la verdad los utilizaban para hacer su castillo. Lo mismo ocurría en el otro palacio, donde los duendes de la mentira construían un palacio con los ladrillos que se creaban con cada nueva mentira. Ambos palacios eran impresionantes, los mejores del mundo, y los duendes competían duramente porque el suyo fuera el mejor.
Tanto, que los duendes de la mentira, mucho más tramposos y marrulleros, enviaron un grupo de duendes al mundo para conseguir que los niños dijeran más y más mentiras. Y como lo fueron consiguiendo, empezaron a tener muchos más ladrillos, y su palacio se fue haciendo más grande y espectacular. Pero un día, algo raro ocurrió en el palacio de la mentira: uno de los ladrillos se convirtió en una caja de papel. Poco después, otro ladrillo se convirtió en arena, y al rato otro más se hizo de cristal y se rompió. Y así, poco a poco, cada vez que se iban descubriendo las mentiras que habían creado aquellos ladrillos, éstos se transformaban y desaparecían, de modo que el palacio de la mentira se fue haciendo más y más débil, perdiendo más y más ladrillos, hasta que finalmente se desmoronó.
Y todos, incluidos los duendes mentirosos, comprendieron que no se pueden utilizar las mentiras para nada, porque nunca son lo que parecen y no se sabe en qué se convertirán.